"El amante japonés" y la sutileza del amor
“A veces
el amor duele” Quizás
esta fue una de las frases que más me hicieron reflexionar tras leer “El
amante japonés” de Isabel Allende, una novela preciosa sobre amor,
amistad y la importancia de la familia. Una historia sobre personas que
reciben al amor con los brazos abiertos, y sobre otras que se cierran y tratan
de esquivarlo.
A través del romance
entre Alma Belasco e Ichimei, Isabel Allende nos recuerda que el amor no es
solo la ilusión y la pasión ardiente de la juventud, sino que es un sentimiento
que no muere, en ninguna de sus versiones. Que el amor romántico se puede experimentar
una, dos o más veces a lo largo de la vida. Que hay personas que te marcan, y
que nunca se olvidan, por muchos caminos que tomes y por muchos cambios que
sufras. Que más allá del amor romántico está el amor hacia tu familia, hacia
tus amigos, que aunque discreto, es igual de potente e incluso más fiel. Y que,
a pesar de lo que establecía Castelao, los viejos no solo deben, sino que
pueden llegar a enamorarse.
Y todo esto nos lo
enseñan los personajes de esta increíble historia, personajes muy humanos, que
cometen errores con los que quizás muchos nos sintamos identificados. Personas
que crecen y van forjando su vida, su historia, se van creando su lugar en el
mundo a medida que se adaptan a las duras circunstancias de la sociedad en la
que viven. Y es que la vida quizás sea eso, moldearse, adaptarse a lo que
viene, y seguir mirando hacia adelante. Y esta forma de supervivencia se
muestra en la novela no como algo negativo y deprimente (obviamente siempre hay
buenos y malos momentos), sino como algo inherente a cada persona. La lección
de supervivencia que nos dan Alma, Ichimei, Nathaniel o Irina es que debemos
vivir el presente, tratando de sonreírle al futuro, alimentándonos de nuestro
propio pasado, de esas sensaciones que nunca desaparecen, que se intensifican
con el tiempo.
Y aunque a veces el amor
sea tan fuerte que queme, esté tan lejos que duela, sea tan intenso que te
quite el aire, o resulte tan imposible que te rompa por dentro... quizás la
clave esté en esa locución adverbial de tiempo: el amor no duele siempre, no
duele nunca, sino que duele a veces. A veces está cerca, otras veces
está lejos, a veces es esperado, otras veces totalmente impredecible. ¿Y qué
pasa con esas otras veces? ¿Qué pasa si le damos la vuelta a la tortilla? Es en
esa incertidumbre, en esa pequeña chispa esperanzadora, donde reside la clave
para seguir abriéndole los brazos al amor y a la vida, y cerrándole la puerta
al qué dirán y a los estereotipos.
Me gusta mucho todo lo que escribe Isabel Allende y, por la estupenda reseña que has escrito, esta novela suya no será una excepción. Su capacidad de sacar a relucir sentimientos absolutamente creíbles en los personajes es algo que me engancha. Sus libros son como trozos de vida.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias Julia. Sí, sus personajes son tan humanos que hasta llegas a crear un vínculo emocional con ellos.
EliminarUn beso!
Qué buena reseña Paula, no he leído esta novela de Isabel Allende y ya la he apuntado. No hace mucho he leído de ella es Más allá del invierno, en esta novela también aparece ese amor maduro, que reivindica y que se transforma y es que nunca se debería renunciar al amor por más años que se tengan.
ResponderEliminarUn beso
Gracias Conxita, la verdad es que es la primera novela que leo de Isabel Allende, pero me he quedado con ganas de seguir explorando en su bibliografía! Un beso y buen fin de semana!
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