Avanzando juntas, parando el mundo


La niña se encontraba en el medio de todo. Estaba disfrutando del día, al igual que todas. De SU día, aunque ella no lo supiese. ¿Y qué iba a saber? La miraba entre la multitud y pensaba en su inocencia, en su pequeña burbuja de felicidad y emoción. Intentaba trasladarme a su mente, leer su pensamientos infantiles, ajenos al verdadero contenido de la reunión, sin saber que quizás formaba parte de un momento histórico… 
De repente, volví la vista al frente al percibir movimiento, al ver que al fin la multitud avanzaba poco a poco. Y como contraste a la imagen de la niña (que seguía en mi cabeza), me fijé en una señora con una pancarta en la que se leía algo así como “Por qué tengo que seguir protestando por esto”. Qué razón tenía. Pensé en mi abuela, una mujer luchadora y trabajadora, que sacó adelante a 4 hijas ella sola desgraciadamente, sin ayuda de ningún hombre. Y que cuando por fin pudo disfrutar de tiempo para ella, decidió emplearlo en estudiar, algo que no había podido hacer de joven. Olé ella. Y como ella, muchas otras mujeres trabajadoras, luchadoras, incansables, que a pesar de haber sido infravaloradas toda su vida por su condición femenina, ahí seguían luchando y protestando como podían. Y otras muchas más que estábamos allí, gritando al unísono, siendo una, sin criticarnos por nuestra forma de vestir, por nuestra forma de vivir o nuestra orientación sexual. Éramos una sola voz, un único grito que hizo vibrar a un país entero. Que despertó a algunos que seguían dormidos, aunque desgraciadamente otros siguieron mirando a otro lado. 
Pienso en esa niña pequeña y en las ganas que me quedaron de decirle que estaba viviendo algo muy grande, algo muy bonito. Que ella era una pieza pequeña pero importante del puzle que montamos, del mensaje que enviamos ese día. Que paramos el mundo por unas horas. Que, como ella, nos creían pequeñas pero demostramos nuestra enorme magnitud llenando calles y plazas por todo el país. Ríos de música, de sonrisas, de ilusión y esperanza, de orgullo, alegría… pero también tristeza, rabia, impotencia… y sobre todo fuerza, a pesar de que nos creían débiles. Pienso en esa niña y me gusta imaginarla risueña, dentro de unos años, dándose cuenta de lo que vivió y, por qué no, sonriendo porque surgió efecto. Porque los ríos llegaron a su cauce y fueron mares, imparables, imbatibles, iguales. Y no sólo por lo que se vivió un día en un año, sino por lo que se puede cambiar si esa fuerza la llevamos dentro, todos los días, todos los años.

 Dibujo: @lccia

Comentarios

  1. Un bonito relato con un mensaje importante, Paula. Espero que también un deseo hecho realidad dentro de no muchos años :)

    ¡Un beso!

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  2. Buena entrada Paula y bien por nosotras las mujeres capaces de parar el mundo si nos lo proponemos, porque nadie debe hacer sentir a una mujer que no vale lo mismo que un hombre, ni siquiera ella misma.
    Espero que esa niña vea hacer realidad que hombres y mujeres valemos lo mismo, por tanto iguales derechos,iguales sueldos y ni una sola discriminación más.
    Besos

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    Respuestas
    1. Exactamente Conxita, yo creo que poco a poco nos vamos dando todos cuenta de que no estamos por debajo de los hombres, y que valemos mucho. Esperemos que esto siga avanzado hasta que la igualdad se de en todos los aspectos como dices.
      Un abrazo,

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