Los colores secretos del Alcázar de Sevilla

Es cierto que Sevilla tiene un color especial. Bueno no, en realidad Sevilla tiene muchos colores. Cada uno es especial, único. Cada uno nos transporta a un momento histórico determinado, a una cultura y una religión diferentes. Y todos ellos, fusionados, crean esa magnífica paleta cromática que es Sevilla. Desde prácticamente cualquier rincón de la ciudad se puede apreciar este contraste de tonalidades, pero yo voy a describir la verdadera magia que desprende el Alcázar de Sevilla, y más concretamente sus jardines.
Entrar en el viejo palacio almohade, es como teletransportarse a la antigua Al-Andalus (o para los seguidores de GOT, a Dorne). Caminando entre sus patios y galerías, el arte mudéjar hace que te olvides de la Sevilla actual, y con un poco de imaginación, puedes sentir el día a día de importantes sultanes y doncellas árabes, viviendo lujosamente al cobijo del calor, entre fuentes, plantas exóticas y azulejos que siguen patrones únicos. Atravesando las distintas salas, pronto nos damos cuenta de la riqueza de este lugar. Arquitectura mudéjar se mezcla con estilos renacentistas más sobrios, fruto de la imposición del cristianismo en la ciudad y de la remodelación del palacio por parte de Pedro I.



Ahora bien, la verdadera belleza del Real Alcázar de Sevilla se encuentra en sus jardines. Si los verdes, azules y naranjas de sus azulejos ya nos transmitían alegría, calidez y luz en su interior, nada más atravesar la puerta que da al exterior, comprendemos dónde se encuentra la verdadera riqueza del palacio. Pasear entre sus pequeñas fuentes, perderse entre sus exóticas flores, entre el olor a azahar que estas desprenden, entre pavos reales, paseos de palmeras, piscinas alargadas… en definitiva, caminar sin rumbo entre el silencio y la calma, respirar arte, naturaleza en medio del caos de la ciudad, dejar que la tenue luz del atardecer te regale imágenes que nada tienen que envidiar a los famosos jardines pintados por Monet. Permitir que los distintos caminos, a veces laberínticos, te lleven a rincones cada vez más hermosos y menos conocidos, mientras que la intriga va creciendo en tu interior al atravesar una nueva puerta, al bordear un estanque que ¿ya habías visto antes? Descubres que no, porque al acercarte el azul del cielo se entremezcla con el rojo teja de los pequeños pececillos que en él nadan: otro pequeño regalo de la naturaleza de ese pequeño “Jardín del Edén” que resulta difícil describir, porque hay que poner todos los sentidos para vivirlo tan intensamente. Ya al final del recorrido, descubrimos unas pequeñas escaleras hacia unas galerías donde unas ventanas, de estilo también mudéjar, nos regalan la perfecta visión de los inmensos jardines bajo el atardecer Sevillano.  

Al abandonar el palacio, el presente te golpea fuerte: el ajetreo propio del centro de la ciudad, los coches tirados por caballos y las terrazas de los bares llenas de gente. Y mientras pasas por delante de un grupo de turistas haciendo cola para entrar en la catedral o para subir a la Giralda, no puedes evitar preguntarte: ¿Habrán descubierto ya los verdaderos colores de Sevilla?




Comentarios

  1. Una entrada que es un regalo para los sentidos, Paula. Se nota que eres una enamorada del Alcázar sevillano y de sus jardines, que los conoces y los has paseado. Gracias por dejarnos acompañarte en esta ocasión :)

    ¡Un abrazo!

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    1. No los conocía hasta hace poco, pero digamos que fue amor a primera vista. Me alegra haberte podido transmitir parte de esa admiración. Un beso!

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  2. Hola Paula,
    Disculpa que te devuelva tan tarde la visita al blog, :)
    Me ha encantado esta entrada un paseo con corazón y un regalo para nosotros.
    No he estado nunca en Sevilla pero prometo que si lo visito recordaré esta entrada.
    Un beso.

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    1. Hola Irene!! Muchas gracias. Si alguna vez vas a Sevilla, es una visita imprescindible! Muchas gracias por tu comentario :) Un beso!

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